¡A pedalear! por Rocío Gómez.
Rocío Gómez RMX
Llevaba meses, que se convirtieron en 2 años, pensando en
Llevaba meses, que se convirtieron en 2 años, pensando en
volver a usar mi bici, pero no lo hacía por una sola razón: desidia.
Cualquier pretexto era bueno para postergar el momento: por mi casa no hay ciclovías, ya no estoy cerca de la vía recreactiva, qué flojera yo solita… en fin, todo lo que se puedan imaginar (y un poquito más).
Pero el sábado pasado puse manos a la obra para limpiarla y mis vecinos me ayudaron a aceitarla, a ajustarle el asiento y los frenos. Aún
Pero el sábado pasado puse manos a la obra para limpiarla y mis vecinos me ayudaron a aceitarla, a ajustarle el asiento y los frenos. Aún
debo cambiarle los puños que ya están cuarteados, pero de ahí en fuera todo sigue en su lugar.
No sé si existan los sexos en las bicicletas, pero “El More” es niño. Le puse así porque el color es ya de por sí algo cursi (menos que el rosita Barbie), un morado clarito, me recuerda el tono que agarran los moretones cuando comienzan a desaparecer.
El domingo, puse una almohadita en la canastilla que tiene al frente, monté al Tyson (no le hizo nada de gracia) y empecé a pedalear.
Por supuesto que ahora todo me duele: la cintura, las pantorrillas y traigo las sentaderas peor que las de un mandril, pero no importa. Es imposible no sentirse feliz cuando vas pedaleando, tienes esa sensación de libertad cuando el viento te da en la cara, la mente se te despeja. Me gusta ir a mi propio ritmo sabiendo que, además de estar ejercitándome, estoy contribuyendo a que haya menos tráfico de autos y menos contaminación ambiental.
Ademas, como dijera Albert Einstein: La vida es como montar en bicicleta, si quieres mantener el equilibrio… tienes que seguir avanzando.
¡Saludos!
No sé si existan los sexos en las bicicletas, pero “El More” es niño. Le puse así porque el color es ya de por sí algo cursi (menos que el rosita Barbie), un morado clarito, me recuerda el tono que agarran los moretones cuando comienzan a desaparecer.
El domingo, puse una almohadita en la canastilla que tiene al frente, monté al Tyson (no le hizo nada de gracia) y empecé a pedalear.
Uffff, qué mala condición tengo, pero ¡qué divertido! Creo que todos nos volvemos a sentir niños montados en una bicicleta. No pude evitar recordar mil y un aventuras que viví cuando niña y más tarde en “El More” cuando pedaleaba todos los días para ir a la cabina de RMX. Me encantaba escuchar a Kinky así que todo el camino iba sonriendo y cantando, saludando a todo el mundo y sonando mi campanita.
Por supuesto que ahora todo me duele: la cintura, las pantorrillas y traigo las sentaderas peor que las de un mandril, pero no importa. Es imposible no sentirse feliz cuando vas pedaleando, tienes esa sensación de libertad cuando el viento te da en la cara, la mente se te despeja. Me gusta ir a mi propio ritmo sabiendo que, además de estar ejercitándome, estoy contribuyendo a que haya menos tráfico de autos y menos contaminación ambiental.
Ademas, como dijera Albert Einstein: La vida es como montar en bicicleta, si quieres mantener el equilibrio… tienes que seguir avanzando.
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